domingo, 8 de enero de 2012

La Balanza

Imagínate un balanza. En un lado puse a mi propio hijo, al ser que más quiero. ¡La balanza se inclinó entonces por completo hacia el lado en que estaba Él! Seguidamente, te tomé a ti, con todas tus flaquezas, defectos, debilidades e idiosincrasias, con todas esas características tuyas que tanto te molestan y te hacen sentirte tan inferior, tan difícil de amar y tan indigno de mi amor. Te puse, sí, a ti en el otro platillo, y los dos quedaron perfectamente equilibrados. 
Comprendí que era provechoso poner a mi Hijo en un platillo y a ti -sí, si en particular- en el otro. Vi que me convenía hacer un buen trueque: Cambiar la vida de mi hijo por ti, a fin de tenerte para siempre. Valió la pena estregar a mi Hijo por ti, nada más que por ti. Tal es el amor que te profeso...
Att. DIOS



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